TurNoticias

Ciudadela peruana de 3.800 años abre al turismo

Compartir

 

La ciudadela de Penico, de 3,800 años de antigüedad y parte de la antigua civilización Caral, ha abierto sus puertas a los visitantes en Perú después de ocho años de estudios y trabajos de restauración, ofreciendo a los turistas una visión de uno de los centros urbanos más antiguos del mundo que una vez sirvió como un importante centro comercial entre las comunidades costeras, andinas y amazónicas.

Las antiguas redes comerciales de Penico

Estratégicamente situada a unos 600 metros sobre el nivel del mar en la provincia de Barranca, Perú, Peñico funcionó como un nexo vital del antiguo comercio, conectando diversas sociedades de la costa, la sierra y las regiones selváticas.12 La arqueóloga Ruth Shady, quien lideró las investigaciones en Peñico, enfatizó que la ubicación de la ciudad fue elegida deliberadamente para facilitar el comercio y el intercambio cultural entre diferentes regiones geográficas, convirtiéndola en un punto crucial en las redes comerciales preincaicas.

La importancia de la ciudad como centro comercial queda evidenciada por los artefactos descubiertos allí, que revelan una combinación única de influencias costeras, serranas y selváticas.4 Estos incluyen esculturas de barro de figuras antropomorfas y zoomorfas, collares elaborados con diversos materiales como conchas de Spondylus, rodocrosita y crisocola, y objetos ceremoniales que demuestran conexiones interregionales. Particularmente notables son los relieves esculpidos de pututus (trompetas de concha marina) encontrados en la plaza central, que no solo se utilizaban en ceremonias y comunicación, sino que también servían como símbolos de autoridad en las redes comerciales antiguas andinas.

Teoría del declive de la civilización Caral

El declive de la civilización Caral alrededor del año 1800 a.C. parece haber sido significativamente influenciado por un severo cambio climático. La evidencia arqueológica sugiere que la región experimentó intensas sequías que pudieron haber durado entre 60 y 130 años, lo que desencadenó graves crisis sociales en los otrora prósperos centros urbanos. Esta catástrofe climática refleja lo que la arqueóloga Ruth Shady llama el “evento de 4,2 milenios” – una alteración climática global ocurrida aproximadamente hace 4.200 años que coincidió con los colapsos de civilizaciones en Mesopotamia, Egipto, India y China.

Artefactos de Vichama, un asentamiento tardío de Caral, proporcionan evidencia visual impactante de las luchas ambientales de la civilización. Los arqueólogos descubrieron frisos que representan individuos demacrados con estómagos vacíos junto a la imagen de un sapo – un símbolo andino de fertilidad, agua y humedad – lo que sugiere tanto el devastador impacto de la sequía como la esperanza de renovación del pueblo. Mientras que algunas teorías proponen que pueblos vecinos pudieron haber atacado a la pacífica sociedad Caral, no existe evidencia concreta que respalde este escenario. En cambio, los investigadores creen que una migración gradual hacia tierras más fértiles, como lo evidencia el hallazgo de extensos canales de irrigación al norte de Caral-Supe, ofrece una explicación más plausible para su dispersión final.

Ceremonias de Caracola Pututus

La ceremonia de apertura del sitio arqueológico de Penico contó con la participación de artistas regionales que tocaron pututus – trompetas tradicionales hechas de caracolas marinas – durante una ofrenda ritual ancestral a la Pachamama (Madre Tierra). Estos instrumentos de concha marina, conocidos científicamente como Strombus, tienen un profundo significado cultural en las civilizaciones andinas que se remonta a miles de años atrás. Los pututus producen sonidos potentes y graves, y tradicionalmente se asociaban con los ciclos del agua – conectando simbólicamente el mar, la lluvia, los ríos y la fertilidad agrícola.

La evidencia arqueológica de los pututus abarca milenios en todo Perú, desde su descubrimiento en Caral, de 5,000 años de antigüedad, hasta hallazgos extensos en Chavín de Huántar, donde los arqueólogos desenterraron 20 trompetas de concha marina bien conservadas que datan de hace más de 3,000 años. Estos instrumentos no eran simplemente musicales – cumplían funciones ceremoniales cruciales, incluyendo la comunicación con los antepasados, rituales de sanación y procesiones de guerra. Las caracolas requerían de una elaboración minuciosa, con artesanos que cuidadosamente cortaban las boquillas, pulían las superficies y, en ocasiones, agregaban grabados intrincados. Cuando se tocaban en las cámaras ceremoniales laberínticas de sitios como Chavín, las trompetas creaban efectos acústicos desorientadores donde los sonidos parecían emanar simultáneamente de múltiples direcciones – probablemente intensificando su percibido poder espiritual durante las antiguas ceremonias religiosas


Turismo y Derecho

error: El contenido está protegido.